sábado, 27 de septiembre de 2014

El Infierno.







Ah… el Infierno. Un sitio muy curioso ¿no es cierto? Estamos acostumbrados en las películas a afirmaciones del estilo “te veré en el infierno, forastero” o a frases y actitudes tan peregrinas como que el cielo debe ser muy aburrido y que, hombre, el Infierno al menos debe ser mucho más animado. Por otro lado, nuestra sociedad reserva un lugar especial en el imaginario colectivo a los modelos negativos (sobre todo a los ficticios), modelos a los que revestimos voluntariamente o no de familiaridad, empatía y hasta prestigio. Ojo, yo el primero, siempre he sido muy devoto de Darth Vader, conste.

Un juegazo del año 2010, Dante's Inferno

Posicionamientos religiosos, metafísicos o credenciales aparte y si nos atenemos a lo que tradicionalmente entendemos por ese lugar, lo cierto es que no, el Infierno no es un lugar agradable, señores, el Infierno no mola.

Este sitio pasa por ser un lugar extremadamente caluroso en el que los condenados expían las faltas de su vida. Pero el poeta florentino Dante Alighieri (1265-1321) en su Comedia le dio un enfoque distinto. Un momento, hablamos de Dante, ¡de-Dan-te!, el artista que creó posiblemente el poema más épico, críptico, bello, desgarrador, desesperado, ejemplarizante, tenebroso y luminoso jamás imaginado por un ser humano. Vamos, un crack el tío. Hecha esta acotación, seguimos con el tema, eso si, si aún no lo habéis leído tal vez merezcáis la muerte y además corréis el riesgo de acabar en el sitio del que estamos tratando.

Dante retratado por Sandro Boticelli

Decía que en la Comedia, el Infierno se divide en nueve círculos descendentes y bajando por ellos progresamos igualmente en la gravedad de los pecados que allí se castigan. Y en cada círculo encontramos gracias a la desbordante imaginación del florentino, tooooooodo un rosario de tremendos castigos que pondrían los pelos de punta hasta al guionista más heavy y gore del actual panorama. A diferencia de lo que podríamos esperar, el centro del infierno de Dante es un infierno helado, pues toda la superficie del noveno círculo la abarca el congelado lago Cocito. En este círculo se castiga el peor de los pecados a ojos de Dante, la traición. Este círculo se divide a su vez en cuatro zonas y la zona más profunda de las cuatro se conoce como Judesca. En ella es el mismísimo Lucifer quien se reserva para sí la responsabilidad de dar tormento a sus huéspedes.

El Lucifer de Dante está enterrado en el hielo del lago, del que solo emergen los brazos, el torso, y la cabeza. Lucifer tiene unas gigantescas alas de murciélago que bate continuamente y con tal fuerza que es el frío del viento que produce el que congela en centro del Infierno. Su cabeza tiene tres bocas y con cada una de ellas mastica, si mastica, eternamente a un traidor destacado. En la central está el traidor de los traidores, Judas, quien traicionó a Jesús, de manera que pocas presentaciones necesita esta figura tan conocida. Pero en las laterales tenemos a otros dos traidores célebres, tal vez menos conocidos pero cuyas acciones tuvieron unas consecuencias difícilmente cuantificables por enormes en el devenir la toda la Historia de occidente, a saber, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, quienes fueron doblemente traidores pues no solo lo fueron a Cayo Julio César, contra quien conspiraron para finalmente asesinarlo sino que a resultas de esta conspiración traicionaron al Estado por transgredir la legalidad vigente durante la dictadura del julio.


Ilustración de la escena en un códice del S.XIV

Marco Junio Bruto (85-42 a.C.) era un republicano de firmes creencias políticas, procedía de una familia patricia de gran tradición en la República, incluso un antepasado suyo participó en la expulsión de los reyes y el fin del régimen monárquico en Roma. A pesar de su buena relación con César se fue distanciando de él conforme éste fue acaparando poder del Estado hasta finalmente convertirse en dictador vitalicio, nada menos, una magistratura absolutamente extraordinaria en el sistema legal romano. Bruto finalmente se dejó arrastrar en una conspiración que probablemente lideraba su cuñado y amigo Cayo Casio Longino (86-42 a.C.), un patricio menor de una familia menor pero con aspiraciones políticas y defensor de la obligatoriedad de que fuera el Senado, como órgano colegial y no un solo individuo quien rigiera los destinos del Estado.

Como quiera que el asunto terminó en magnicidio y en una guerra civil bastante severa, durante siglos estos dos personajes han sido tenidos por traidores en alto grado, de manera que ahora comprendemos que Dante les de un papel protagonista en el lugar más frío y destacado de su Infierno, por no hablar de Judas, que también tuvo telita, pero como decían al final de las películas de Conan, “esa es otra historia”. Aquí teneis la descripción de la escena en palabras del propio Dante:

Cada boca rompía con los dientes
a un pecador, como una agramadera,
haciendo así tres víctimas dolientes.
Pero el morder, al de delante, no era
nada frente al rasgar, que en carne viva
podía desollar la espalda entera.
“El alma que más sufre de ahí arriba”
dijo el maestro, “es Judas Iscariote”:
çabeza dentro y piernas fuera, esquiva
mal diente y zarpa. Boca abajo, el lote
integran, en la boca negra Bruto,
que se tuerce sin que un gritobarbote,
y Casio, bien fornido que no enjuto.

Así que ya sabéis. Si queréis saber la pena que os aguarda a cada uno de vosotros por vuestras faltas no tenéis más que leer la Comedia de Dante. Tal vez os haga reconduciros algo en esta vida. Si os animáis a ello, os recomiendo mi edición de cabecera, aunque tengo varias, la traducción al verso español que hizo Abilio Echeberría y que podéis encontrar en edición de bolsillo en Alianza Editorial, una joyita de texto y de traducción.

Para finalizar, una curiosidad. Yo en mi vida tuve un episodio bastante oscuro que me marcó sensiblemente para el resto de mi existencia de tal forma, que hice míos tres versos de Dante, exactamente los versos 25 al 27 de su Canto XXXIV del Infierno donde describe todo lo que he contado arriba. Tan los hice míos que pedí a  un amigo que me los tradujese al griego clásico ático y me los tatué en el brazo. Aquí tenéis los versos y el tattoo:

“Yo no morí y tampoco seguí vivo:
si es que tienes un poco de criterio,
juzga tú mi estado, a vida y muerte esquivo.”

Si, es mi brazo.
Sigue siendo el mismo brazo.


Ale, ciao.






No hay comentarios:

Publicar un comentario