lunes, 29 de septiembre de 2014

Microrrelato

C estaba contenta.

Por primera vez en años estaba contenta, en serio, de verdad.


Había pasado unos cinco últimos años muy jodidos. Su padre había muerto de cirrosis hacía tres años, poco después de perder el trabajo. Luego lo perdió su madre y los ahorros de casa empezaron a desplomarse a un ritmo muy poco recomendable. Finalmente se terminaron y C hubo de buscarse otro trabajo tan penoso como el que ya tenía para poder pagarse la carrera. Era buena en lo suyo. Era muy buena. Ya fuera limpiando los apestosos baños del centro comercial de segunda que tenía cerca de casa como sacando adelante una complicada carrera superior, con un expediente que pintaría la envidia en la cara hasta del más sobrado. Era buena en lo suyo.

Por todo ello tenía poco tiempo, menos amigas y aún menos relaciones. Nada más allá de un besuqueo alguna noche de copas hasta que conoció a J, que a la postre y tras el enamoramiento resultó ser un animal violento y desagradable que la trataba como a una basura. Le costó romper con él, por miedo a la soledad y por miedo a su reacción pero finalmente consiguió extirparlo de su vida.

Lo que nunca supo es que no fue victoria suya, sino que J durante el final de su relación llevaba otra paralela con una muchacha que se dejaba tratar incluso peor que C por lo que la ruptura no le importó apenas nada. Años más tarde esta muchacha aparecería en los periódicos como una víctima más de la macabra lista de la violencia machista.

Pero las cosas empezaron a cambiar. Su madre encontró un trabajo de media jornada, con unas condiciones que de puro milagro eran el mínimo por encima de la esclavitud, por la misma época en que C terminó la carrera. Su expediente y su capacidad habían sido ampliamente comentados en la facultad y en el mundillo era algo conocida. Varias empresas se la rifaban hasta tal punto que una de ellas le puso delante un contrato redactado con un solo hueco en blanco, el del salario, que le dejaron ponérselo a ella misma. C rellenó la casilla y temerosa de que se hubiera colado al menos un pueblo se la mostró al director de recursos humanos. Pero éste no solo no elevó protesta alguna, sino que sonrió de manera cómplice y le susurró por lo bajo "has hecho muy bien, esta gente tiene de sobra".

De manera que C estrenaba vida. En tan solo ocho meses había liquidado todas las deudas de la casa y se habían mudado a otra en un barrio de verdad. Estrenaba ropa casi todas las semanas, tenía uno de esos móviles que la gente mira de reojo, había retomado sus antiguas y escasas amistades y encima tenía el reconocimiento y el agradecimiento de sus superiores en la empresa.

Pero aquel día C estaba mucho más contenta porque desde hacía un par de semanas venía chateando con un muchacho estupendo, M. Aquel día habían quedado, por fin, en conocerse. El tipo era amable, cariñoso, educado y de conversación interesante. Habían quedado en ir a cenar a un restaurante de una zona de la ciudad que volvía a estar de moda tras haber estado muy deprimida en la década anterior. Era la guinda del pastel a su nueva vida, tal vez incluso, quien sabe, aquello podría germinar en relación seria.

Se duchó, se arregló y salió a la calle caminando con una seguridad y firmeza que solo pueden dar el control absoluto de la vida, saber que toda tu vida depende de tí misma. Y ella era muy buena, nada que temer del futuro. Tomó un taxi, dió la dirección al chófer y se arrellanó en el asiento con el móvil en las manos mirando por la ventana como la ligera lluvia y la luz naranja de las farolas vestían la noche.Y se sintió feliz.


Mientras C se duchaba, M, en su sucio y apestoso piso afilaba con la mirada perdida una extraña cuchilla de forma curva que no anunciaba más que dolor y muerte. La bestia del Trastevere le apodaba la prensa, un pervertido sexual que ya había torturado, mutilado y asesinado a cuatro mujeres en un año. La bestia del Trastévere...

Que sabrían ellos.



domingo, 28 de septiembre de 2014

Soneto fúnebre a una España desahuciada.

Viendo como está la situación de este país, con el optimismo ya muerto por la innegable contundencia de la realidad y la fe perdida en quien nos gobierna o puede hacerlo en un futuro, dejo aquí lo que me sugiere la situación en forma de soneto.



SONETO FÚNEBRE A UNA ESPAÑA DESAHUCIADA

Pensé en escribirle a España una poesía.
mas para país tan grande lo suyo es el soneto,
La cosa no es sencilla pues es más bien un reto
del que empecé a rendirme al ver lo que veía,


pues más que un país la cosa parecía
la cueva del ladrón, te lo prometo:
las arcas del Estado en esqueleto
políticos chuleando a la ciudadanía,


sindicatos sindicados en crimen organizado,
empresarios desatados en un sin fin abacoro,
parados deseando un futuro cual pasado


y gente muy cabreada, en constante deterioro.
España, niña traviesa ¿en que te has equivocado?
chiquilla roja y gualda, te han quitado hasta el decoro.



Y para que el que piense que esta crisis es muy gorda o yo soy muy pesimista, os dejo un video de lo que ya en el siglo XV los españoles decía de la propia España. El mensaje es triste pero la música tiene esa extraña belleza de la sonoridad de otro tiempo, en este caso la del Renacimiento que tan bien supo hacer Juan del Enzina (1468-1529) un salmantino excepcional y universal.





Editado: como hay problemas para cargar el video en dispositivos móviles dejo el link.


https://www.youtube.com/watch?v=pvQsO1th3Ok




sábado, 27 de septiembre de 2014

El Infierno.







Ah… el Infierno. Un sitio muy curioso ¿no es cierto? Estamos acostumbrados en las películas a afirmaciones del estilo “te veré en el infierno, forastero” o a frases y actitudes tan peregrinas como que el cielo debe ser muy aburrido y que, hombre, el Infierno al menos debe ser mucho más animado. Por otro lado, nuestra sociedad reserva un lugar especial en el imaginario colectivo a los modelos negativos (sobre todo a los ficticios), modelos a los que revestimos voluntariamente o no de familiaridad, empatía y hasta prestigio. Ojo, yo el primero, siempre he sido muy devoto de Darth Vader, conste.

Un juegazo del año 2010, Dante's Inferno

Posicionamientos religiosos, metafísicos o credenciales aparte y si nos atenemos a lo que tradicionalmente entendemos por ese lugar, lo cierto es que no, el Infierno no es un lugar agradable, señores, el Infierno no mola.

Este sitio pasa por ser un lugar extremadamente caluroso en el que los condenados expían las faltas de su vida. Pero el poeta florentino Dante Alighieri (1265-1321) en su Comedia le dio un enfoque distinto. Un momento, hablamos de Dante, ¡de-Dan-te!, el artista que creó posiblemente el poema más épico, críptico, bello, desgarrador, desesperado, ejemplarizante, tenebroso y luminoso jamás imaginado por un ser humano. Vamos, un crack el tío. Hecha esta acotación, seguimos con el tema, eso si, si aún no lo habéis leído tal vez merezcáis la muerte y además corréis el riesgo de acabar en el sitio del que estamos tratando.

Dante retratado por Sandro Boticelli

Decía que en la Comedia, el Infierno se divide en nueve círculos descendentes y bajando por ellos progresamos igualmente en la gravedad de los pecados que allí se castigan. Y en cada círculo encontramos gracias a la desbordante imaginación del florentino, tooooooodo un rosario de tremendos castigos que pondrían los pelos de punta hasta al guionista más heavy y gore del actual panorama. A diferencia de lo que podríamos esperar, el centro del infierno de Dante es un infierno helado, pues toda la superficie del noveno círculo la abarca el congelado lago Cocito. En este círculo se castiga el peor de los pecados a ojos de Dante, la traición. Este círculo se divide a su vez en cuatro zonas y la zona más profunda de las cuatro se conoce como Judesca. En ella es el mismísimo Lucifer quien se reserva para sí la responsabilidad de dar tormento a sus huéspedes.

El Lucifer de Dante está enterrado en el hielo del lago, del que solo emergen los brazos, el torso, y la cabeza. Lucifer tiene unas gigantescas alas de murciélago que bate continuamente y con tal fuerza que es el frío del viento que produce el que congela en centro del Infierno. Su cabeza tiene tres bocas y con cada una de ellas mastica, si mastica, eternamente a un traidor destacado. En la central está el traidor de los traidores, Judas, quien traicionó a Jesús, de manera que pocas presentaciones necesita esta figura tan conocida. Pero en las laterales tenemos a otros dos traidores célebres, tal vez menos conocidos pero cuyas acciones tuvieron unas consecuencias difícilmente cuantificables por enormes en el devenir la toda la Historia de occidente, a saber, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, quienes fueron doblemente traidores pues no solo lo fueron a Cayo Julio César, contra quien conspiraron para finalmente asesinarlo sino que a resultas de esta conspiración traicionaron al Estado por transgredir la legalidad vigente durante la dictadura del julio.


Ilustración de la escena en un códice del S.XIV

Marco Junio Bruto (85-42 a.C.) era un republicano de firmes creencias políticas, procedía de una familia patricia de gran tradición en la República, incluso un antepasado suyo participó en la expulsión de los reyes y el fin del régimen monárquico en Roma. A pesar de su buena relación con César se fue distanciando de él conforme éste fue acaparando poder del Estado hasta finalmente convertirse en dictador vitalicio, nada menos, una magistratura absolutamente extraordinaria en el sistema legal romano. Bruto finalmente se dejó arrastrar en una conspiración que probablemente lideraba su cuñado y amigo Cayo Casio Longino (86-42 a.C.), un patricio menor de una familia menor pero con aspiraciones políticas y defensor de la obligatoriedad de que fuera el Senado, como órgano colegial y no un solo individuo quien rigiera los destinos del Estado.

Como quiera que el asunto terminó en magnicidio y en una guerra civil bastante severa, durante siglos estos dos personajes han sido tenidos por traidores en alto grado, de manera que ahora comprendemos que Dante les de un papel protagonista en el lugar más frío y destacado de su Infierno, por no hablar de Judas, que también tuvo telita, pero como decían al final de las películas de Conan, “esa es otra historia”. Aquí teneis la descripción de la escena en palabras del propio Dante:

Cada boca rompía con los dientes
a un pecador, como una agramadera,
haciendo así tres víctimas dolientes.
Pero el morder, al de delante, no era
nada frente al rasgar, que en carne viva
podía desollar la espalda entera.
“El alma que más sufre de ahí arriba”
dijo el maestro, “es Judas Iscariote”:
çabeza dentro y piernas fuera, esquiva
mal diente y zarpa. Boca abajo, el lote
integran, en la boca negra Bruto,
que se tuerce sin que un gritobarbote,
y Casio, bien fornido que no enjuto.

Así que ya sabéis. Si queréis saber la pena que os aguarda a cada uno de vosotros por vuestras faltas no tenéis más que leer la Comedia de Dante. Tal vez os haga reconduciros algo en esta vida. Si os animáis a ello, os recomiendo mi edición de cabecera, aunque tengo varias, la traducción al verso español que hizo Abilio Echeberría y que podéis encontrar en edición de bolsillo en Alianza Editorial, una joyita de texto y de traducción.

Para finalizar, una curiosidad. Yo en mi vida tuve un episodio bastante oscuro que me marcó sensiblemente para el resto de mi existencia de tal forma, que hice míos tres versos de Dante, exactamente los versos 25 al 27 de su Canto XXXIV del Infierno donde describe todo lo que he contado arriba. Tan los hice míos que pedí a  un amigo que me los tradujese al griego clásico ático y me los tatué en el brazo. Aquí tenéis los versos y el tattoo:

“Yo no morí y tampoco seguí vivo:
si es que tienes un poco de criterio,
juzga tú mi estado, a vida y muerte esquivo.”

Si, es mi brazo.
Sigue siendo el mismo brazo.


Ale, ciao.